Categoría: Críticas breves
Una magnífica propuesta de terror diurno. Escabrosa, densa, socialmente estimulante, capaz de inducir y proponer sin pretender ninguna sofisticación vacía. Y todo ello años antes de que ciertos gurús del terror se colgaran medallas con ideas absurdas sobre el horror elevado y demás zarandajas.
Algún día hablaremos de cómo la Showgirls de Verhoeven no solo no es una mala película sino que tiene la capacidad de encapsular dentro de sí una sátira desquiciada e irreverente que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Una marcianada insuperable que se ganó una fama inmerecida precisamente por abrazar lo que es: una locura de sexo imposible e interpretaciones pasadísimas que dispara sin medias tintas contra todo lo que se mueve.
Esta gran columna de Don Siegel tenía nervio, una vitalidad enorme, un sentido de la aventura y del drama notable. Hemos visto muchas grandes escapadas en la gran pantalla, pero quizá esta sea de las más memorables.
Un imponente survival, un filme por el que no pasa el tiempo. Magnífica banda sonora de Alan Silvestri, un nervio tras las cámaras de John McTiernan que nunca pierde el corazón del relato, y una identidad visual robusta y bien definida. Para volver una y otra vez. Da igual cuántas veces se ponga uno del lado de Arnie, la sensación siempre es la misma: esto es cine de altura, del que ya no se hace porque el héroe de acción como tal está en desuso. Porque esta lucha abierta y encarnizada contra la figura del «otro» puede que haya pasado de moda. Predator es una de esas películas que se pueden haber visto a finales de los ochenta, en los noventa o ayer que mantienen una vigencia y un nervio…
Pocos cineastas manejan la incomodidad y la agresividad como Cronenberg. La tensión, la ambigüedad, el pasado y lo que significa. Es esta una pieza precisa, de intensa búsqueda psicológica y social. Viggo Mortensen y Maria Bello impresionan. Es una de esas películas llenas de matices y zonas grises, que atrapan al espectador por su precisión quirúrgica a la hora de crear una psicología y un trasfondo, una ambivalencia y un sentido de la puesta en escena al servicio de la narrativa.
No está nada mal. Incluso con algunos altibajos, cuenta con trabajos solventes de Anya Taylor-Joy y Olivia Cooke y cierto componente satírico y diabólico sobre la clase y el privilegio muy interesante. Cory Finley hace un gran trabajo con la atmósfera.
Un filme magnífico. La cima de Villeneuve, quizá al nivel o muy cerca de las también estupendas Enemy y Prisoners. Aquí había una mirada trágica y afinada, un sentido poético, una serenidad dolorosa. No era redonda, pero llegaba alto.
No se suele comentar la faceta de músico de Jeff Bridges. El carisma que desprende, la magia. Crazy Heart, de Scott Cooper, es una película sencilla, tranquila. Pero también bella, crepuscular, de viajes por carretera, de country. De toda una vida de canciones.
Hay cineastas que han nacido para trascender, con el regalo de la lírica en su mirada y el talento necesario para convertir en cine todo lo que tocan. Aquí, lo que encontramos es una lección de poesía en movimiento, un despliegue del (enorme) genio de Zhang Yimou, un recordatorio constante de que el cine, cuando es así de lírico y radical, llega a lugares muy altos. Absolutamente inolvidable.
David Lynch indaga de tal manera en la fractura de la mente en Lost Highway que parece exceder incluso a la propia poesía, al propio acto de enfrentarnos al cine. La bajada al infierno es tan vertical, tan hipnotizante, tan incalificable que solo queda caer presa de su fuego.