
Un descerebrado
No llega a sonar el despertador porque abro los ojos diez minutos antes. Me quedo mirando el techo oscuro hasta que llega la hora. Levanto la persiana y hago todas esas cosas que uno hace por las mañanas. Todas aburridas, por supuesto. Mecánicas, automáticas. Ya estoy listo para salir a la calle, o al menos lo está mi cuerpo. He pasado por muchas fases. Todos lo hacemos, supongo. Uno es un adolescente descerebrado, y a la mañana siguiente está estudiando una carrera. En este punto, lo que soy es un adolescente descerebrado que va a la universidad. Nada parece haber cambiado. Pero vuelvo a parpadear y estoy metido de lleno en una suerte de jungla laboral. Todos me quieren comer y yo solo quiero flotar. Mientras tanto, creo que sigo…