
Si rastreásemos los orígenes del slasher (sin llegar a Psycho), nos encontraríamos con Black Christmas o con The Texas Chain Saw Massacre en los setenta, entre otras. Su explosión, no obstante, fue en los ochenta, donde una irregular Prom Night hizo su aparición.
Vista hoy, tiene poco que ofrecer, eso parece estar claro. Pero el problema es que vista en su contexto, también. Sus set pieces son innecesariamente largas, y no consigue crear una inquietud penetrante. Donde Black Christmas o Halloween destacaban, esta queda a medio gas.
¿Por qué? Porque su fondo no tiene una tensión bien definida. Sus personajes actúan de un modo irracional (no estúpido, sino irracional, que es peor), y el guion no parece saber hacia dónde apuntar. Su estética tampoco tiene personalidad, y eso en este género es imperdonable.
La premisa luego sería muy reciclada (por ejemplo, en I Know What You Did Last Summer, que es casi un calco), pero ahí se acabaría su recorrido. Divertida a ratos. Más una anécdota para completistas. Funciona como una nota al margen en el slasher, no como un gran titular.
(Eso sí: magníficos números de baile y Jamie Lee Curtis es un icono andante).