
¿Y qué si Immaculate es una película sin mucho recorrido que vive gracias a Sydney Sweeney?
El cine de terror puede ofrecer un amplísimo abanico de experiencias, y este filme conoce su espacio, se afana en construir un personaje y tiene ciertos puntos muy logrados. ¿Qué puntos son esos? Evidentemente, Sweeney en la piel de la Hermana Cecilia está apoteósica y ella sola se echa la movida a la espalda. Pero también hay alguna imagen fuerte, algún concepto salvaje, y un uso de la iconografía católica atrevido y bien integrado.
Ya decía que la película sin su protagonista se nos diluiría bastante entre los dedos, pero es que al final un intérprete no se puede disociar de la obra en la que trabaja: es una parte clave de la misma.
En Immaculate hay algo que está por encima del filme medio de terror. Llamémosle carisma, o atmósfera, o quizá trasfondo. Pero lo tiene. Mohan también mejora ostensiblemente tras ese espanto que fue su anterior cinta, también con Sweeney: The Voyeurs.
Creo que se puede dar a Immaculate un buen visionado y olvidarse de buscar grandes iconos ni mitos inmortales. Este filme no ha nacido para eso y pretender encontrarle algo más podría resultar incluso ingenuo. Es terror visceral, sin cortar, sin pensar demasiado, casi ajeno a las pretensiones y las ganas de reinventar la rueda. Y, créanme: el viaje es atractivo y ameno, pero es que el final, pese a que se le intuyen las ganas de elevar el conjunto, guarda un poderío monumental.
No es una gran película, pero no parece que le haga falta.