Hunter Schafer posee un carisma y un talento tan grande que su sola presencia podría bastar para levantar un proyecto. Y podemos estar seguros de que ella es la mejor parte de Cuckoo, una película irregular que da la de cal y la de arena y no se posiciona en ninguna.
Juega con el terror, con la ciencia ficción, con el drama. Y es una de sus grandes flaquezas: intenta abarcar mucho y acaba perdida a nivel de guion. Solo dos personajes están bien dibujados (el de Schafer y el de Stevens), y su premisa juega tanto con el misterio que se pierde.
Sobre los intérpretes, dos apuntes:
1. Hunter Schafer es una actriz formidable. Consigue levantar el drama con solo una mirada y dotar de profundidad a su personaje con poco a lo que agarrarse.
2. Dan Stevens nació para la ambigüedad. Qué rostro, qué presencia, qué mirada.
Su estética es llamativa. Su paleta de colores y su uso de la cámara podrían llevarnos directamente al giallo. No sería descabellado que ante su forma y su identidad pensásemos en Suspiria o en Profondo rosso. Sombras, rojos y grandes contrastes la definen.
¿Se deja ver? Sí. Pero con reservas. Tilman Singer impregna su película de momentos fuertes, que atrapan por su forma. Y de otros que rozan en cierta manera el absurdo. Parece contentarse con lanzar unas cuantas ideas al aire y dejarlas a medio desarrollo.
Sus comentarios sociales poseen potencial (la adopción, el duelo, el apego, la inadaptación), y precisamente por eso se siente como una oportunidad perdida que no haya afinado más para que su núcleo tuviera mejor resonancia. Llegado cierto punto, parece ir desechando ideas.
Pero después de todo, mantener la perspectiva es lo más importante: Cuckoo no es un desastre (ni está cerca de serlo, los despropósitos tienen otras características), pero corre el riesgo de desaparecer en el catálogo acelerado e inmediato de cualquier plataforma de streaming.
