por David G. Miño

The Sadness (Rob Jabbaz, 2021)

Críticas breves | FECHA DE PUBLICACIÓN: octubre 6, 2024
Póster

El cine a veces puede ser extremo. A todos los niveles: visual, conceptual, semántico. Y de vez en cuando surge alguna película que se lleva el premio en todas las categorías posibles. Es el caso de The Sadness, un espectáculo dantesco y despiadado que no hace prisioneros.

Pero no nos llevemos a engaño: es una película asquerosa y salvaje, desequilibrada y terriblemente sanguinaria. Inhumana desde todos los ángulos que la podamos pensar. Y aun así, resulta tan certera que da miedo. Que quita el sueño y provoca pesadillas por lo que enuncia.

El tema va de una pandemia (resonancia COVID a tope) que arrasa con todo y zombifica al personal. Pero no un zombi tipo Romero, o Boyle. No. Uno mucho más oscuro, más despiadado, más brutal. Más a imagen y semejanza del ser humano. Que aniquila, descuartiza, viola.

Y piensa.

En materia de cine, es una película muy incómoda. Obliga casi a cerrar los ojos, a no mirar. A sentir esa tristeza del título mezclada con un asco infinito y una terrible sensación de derrota. La imagen es sucia, la cámara persigue. La sangre parece salpicar incluso a la lente. Los sonidos chapotean, la fotografía insulta. Cada set piece es una oportunidad para perderlo todo. La puesta en escena solo parece estar al servicio de una idea: contaminar.

Incluso los protagonistas, tan bellos, están ahí para ser despojados de toda virtud.

Ahí vive The Sadness: en el retrato más destructor del ser humano. En la descripción de cómo la aniquilación está en nuestros genes. En la inclemencia de cómo no podemos sino fagocitarnos hasta que no queden ni las cenizas. Rob Jabbaz juega al desquicie. Y no falla.

Se mira cara a cara con el más pringoso de los exploitation. Se define en base al gore práctico sin despeinarse. Siempre va un paso más lejos de lo que parecía posible. Siempre encuentra una nueva colina que conquistar para retratar al ser humano y ponerlo frente al espejo.

No querría que nadie me malinterpretara: sí, es una buena película. Pero ha de procederse con ella con precaución. No es terror convencional, no es de esas de cuatro sustos y todos felices. Es de las que revuelven el estómago. Por lo que muestra. Y por lo que sugiere.

Podemos pensarla bajo el nombre de cualquier virus. Puede que ella misma actúe como un virus destructor y enloquecido, que perturba lo que creemos que define al ser humano, a los impulsos sociales.

Pero la verdad es que, tras ella, solo queda una profunda tristeza.

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