Imaginemos que una suerte de aproximación tangencial al slasher se encuentra con unas cuantas ideas sacadas del home invasion. Con un poco de inspiración psiquiátrica por aquí y un elenco lleno de rostros conocidos por allá.
Eso es, a grandes rasgos, Alone in the Dark.
Claro que tiene sus peros. Bastantes, en realidad. Y quizá el más importante de todos son sus personajes. Pocas veces podremos ver en pantalla un grupo de protagonistas «buenos» tan rematadamente idiota como el que tenemos aquí. Ni una sola decisión es lógica. Todo es absurdo.
Y como decimos siempre, eso prácticamente convierte toda la narración, toda la sucesión de eventos, en un juego sin sentido alguno. Es cierto que podría funcionar como parodia en algunos segmentos, pero no es ese su tono principal. Pese a que quiera juguetear con el humor negro.
Posee secuencias con innegables buenas ideas. Pero sufren tanto en manos de un guion tan estrafalario (coronado por un deus ex machina final tan exagerado que resulta casi increíble) y un lío tonal tan grande que cae bastante en picado.
Ni siquiera podríamos rescatar demasiado de su tratamiento de la enfermedad mental, que aspira a dignificar y termina embarrando más. Se aprecia cierta intención, pero eso sería todo lo bueno que se puede decir.
Comentario político: aquí hay algo de interés, sobre todo en lo tocante a la denuncia que hace de la energía nuclear y sus riesgos. También en cómo enuncia que las problemáticas sociales deben ser enfrentadas por el individuo. De lo mejor de la obra.
Café para muy cafeteros. Un terror ochentero que puede resultar atractivo para los incondicionales por eso de la curiosidad. Pero que no tiene mucho que ofrecer más allá de disfrutar viendo a Palance, Landau y Pleasence pasárselo en grande.