por David G. Miño

The Wicker Man (Robin Hardy, 1973)

Críticas breves | FECHA DE PUBLICACIÓN: octubre 22, 2024
Póster

Extraña. Diurna. Temible.

Tres adjetivos que se podrían usar para definir The Wicker Man, una película que parece proponer una locura incesante pero que consigue dejar un poso enorme detrás de su excentricidad y su mirada inclemente hacia el ser humano.

El tema de los cultos y las sectas siempre es muy apetecible desde el punto de vista del cine. Pero son pocos los filmes que han conseguido proponer algo original. La película de Robin Hardy es una de esas: influyente hasta decir basta y plagada de ideas y elementos satíricos. Podríamos decir, de un modo inmediato, que Midsommar nace y muere en The Wicker Man. Todo lo que podía decir o sugerir ya estaba aquí. Y mucho mejor, con menos aspavientos y mucho más firme y evocadora. Por su imaginario, su música, sus desquiciadas ideas.

Hay un comentario sobre el paganismo que resulta de lo más interesante. Sobre mártires entregados a deidades y sacrificios por cosechas perdidas. Hay una representación de la sociedad cerrada como microclima de las ansiedades del mundo (tradición, educación, religión) fascinante.

Propone terror diurno. Una sucesión de imágenes y conceptos que comentan sobre los dogmas y el hermetismo, sobre la endogamia y el carácter infausto de todo fundamentalismo. Un infierno a la luz del sol que lo quema todo y juega con el espectador sin compasión.

Una obra de esas que hay que verlas para creerlas. Tan siniestra como perturbadora, tan combativa (la infancia, la desconexión, la muerte) como fascinante. Entrar en sus imágenes supone no abandonarlas, precisamente porque la veremos en cientos de filmes posteriores sin remedio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

inicio archivo contacto

inicio
archivo
contacto