Zola, basada en aquel célebre hilo de twitter de Aziah «Zola» King en el que relataba una serie de sucesos bastante locos, acaba haciéndose tremendamente cargante con tanto sonido extradiegético, sus roturas fáciles de la cuarta pared y tanta vanguardia posmoderna sórdida-pero-cómica. Y es una lástima, porque Paige y Keough están realmente bien en sus composiciones exageradas y en la interpretación de sus particularidades lingüísticas (aunque el slang del personaje de Braun sea tan irritante y no tan bien medido: como alivio cómico funciona regular).
El problema es que hay un enorme vacío de significado alrededor de todo lo que trata de hacer entender Bravo, que compone un juego visual muy estético en el que todo parece reciclado o de segunda mano, pero que no llega a transmitir ese drama, o ese «suspense» que promete. En el peor sentido, todo muy Sundance y muy A24, supongo.