Eli Roth es un tipo muy listo. Ha logrado vender esa imagen de «enfant terrible» del cine por su supuesta agresividad y desenfreno, pero suele parecer habitualmente una maniobra de mercadotecnia muy bien llevada. Con The Green Inferno la cosa es más o menos así.
El filme se resume de este modo: unos estudiantes activistas se van a la jungla para detener a una corporación que quiere desgraciar la selva de Perú. Y allí se encontrarán con unos nativos con un inesperado gusto por la carne humana. Y aquí comienzan una serie de superproblemas.
Primer superproblema: la mirada que ofrece sobre el nativo es condescendiente y reduccionista. La actitud de la película de «salvador blanco» es durante la mayor parte del metraje una constante. Y no cabe la sátira. Se articula alrededor de este concepto.
Segundo superproblema: Eli Roth parece tener algo personal en contra del activismo, y lo enfrenta con el alegato más sonrojante posible. No, no hay una crítica elaborada, sino una pataleta infantil sin matices ni trasfondo. Quiere confrontar y polemizar a toda costa.
Tercer superproblema: cinematográficamente es irrelevante. Fotografía insulsa, dirección anodina, montaje torpe, unión de set pieces casi amateur (lo del jaguar negro o la huida por el río es demencial). Por no mencionar sus ideas de guion delirantes o su humor escatólogico.
Cuarto superproblema: Roth quiere parecer el más salvaje, y en realidad The Green Inferno es un filme muy suave para los estándares que quiere manejar. Está diseñada para «asquear», pero se le ven las costuras. Si el lector quiere algo feroz de verdad, mejor que vaya con cosas como The Sadness.
Roth homenajea a Umberto Lenzi y a Ruggero Deodato, pero cuando aquellos estaban chalados de verdad con salvajadas como Cannibal ferox o Cannibal Holocaust, The Green Inferno solo parece arañar la superficie. No hay rastro de la controversia mondo ni de su irreverencia.
Únicas virtudes: el trabajo de Lorenza Izzo no es del todo malo y salen un póster de Christiane F y Sky Ferreira, que siempre se recibe con los brazos abiertos (aunque mejor como música que como actriz).
Eli Roth nunca fue un director muy agudo, pero aquí se pierde del todo.